Los últimos acontecimientos han generado un debate social en torno a si se debe o no derogar esta ley, el miércoles 14 tuve la oportunidad de participar en una Tertulia con expertos en la materia que nos podían orientar sobre detalles que aquellos que somos legos en el derecho desconocemos.
Resulta muy interesante escuchar a mis compañeros de mesa, en cuanto a la parte psicológica el mensaje está claro, es inviable e incoherente contar con un sistema penitenciario orientado a la reinserción de los presos y no dotar de los medios necesarios, para poder trabajar con todos a nivel psicológico antes de recuperar la libertad.
La ratio de presos por psicólogos en prisiones es totalmente inabordable, teniendo en cuenta que se prioriza su trabajo burocrático, dejándolos muy poco tiempo para destinarlo a la aplicación de programas terapéuticos.
A nivel psicológico, no podemos obviar que las personas que comenten delitos no tienen en cuenta las consecuencias a largo plazo en el momento de llevar a cabo el hecho delictivo, y de tenerlo en cuenta, no los ha frenado ser conscientes de todo lo que van a perder, de manera que una vez ya han entrado en prisión, y consideran que no tienen nada más que perder, es necesaria la intervención psicológica para poder ampliar su patrón de respuesta ante las emociones, los pensamientos, la ira… así como para convertirlos en personas más tolerantes que puedan decidir cómo actuar, en lugar de reaccionar ante lo que en ese momento los tiene enganchados mentalmente, todo esto solo es posible si logramos dar con algún motivante para el preso, sino la adherencia al tratamiento es inviable, es obvio que alguien que no ha tenido una actitud empática en el pasado, no va a exponerse a cambiar su manera de relacionarse con el mundo sino entiende que esto lo acerca a lo que para el es importante.
Por otro lado, no intervenir con estas personas, y limitarnos a privarlos de libertad, solo puede contribuir a cronificar aquellos problemas psicológicos, control de impulsos, ideas irracionales, etc. que ya tenían antes de su entrada en prisión, convirtiéndolos en personas más peligrosas aún que antes del ingreso, durante su condena, y que tal y como sucede en la actualidad logran la libertad por haber cumplido la pena sin experimentar cambios a nivel psicológico en positivo.