“No tentare a mi malestar en exceso”, leo entre líneas cada vez que un paciente me comenta esta intención de cambiar algún aspecto de su comportamiento para acercarse a la vida que me plantea que quiere llegar a tener.
Cambiar no es fácil, y es proporcional su dificultad al tiempo que llevamos anclados en una forma de actuar, que por mucho que no funciona persistimos en realizar como si el fracaso se debiese a que no lo hemos intentado lo suficiente.
Son muchas las personas que se sienten más “cómodas” con sus viejos problemas que con nuevas soluciones.
Me sorprende enormemente lo que nos limita la inteligencia en cuanto a estas cosas, somos conscientes de que lo que hacemos no funciona, pero basamos nuestra forma de actuar en ideas perfectamente razonadas en nuestro rígido esquema mental al que acudimos porque somos seres inteligentes.
Me pregunto cuando llega el momento de plantearnos que a veces tenemos que aparcar nuestras razones y echar mano sólo a la lógica de cambiar lo que no funciona, ningún animal ira al mismo sitio de siempre a por comida después de comprobar que ya se ha acabado, pero nosotros seguimos haciendo lo mismo día tras día, imaginando supongo que en algún momento el destino nos premiara con darnos lo que merecemos por persistentes.
El éxito no es de quien persiste recorriendo día tras día el mismo camino, sino de quien busca caminos para persistir en sus objetivos.
Nunca intentes algo, primero decide a donde quieres ir y porque estabas dispuesto a intentarlo, si los motivos son importantes entonces busca la manera de llegar.
Arriésgate y permítete fracasar y ver que esa estrategia que es la que primero viene a tu mente no te lleva a donde querías, entonces enfádate, llora, desespérate y usa todo eso para crear un nuevo plan y DECIDE.
No importa fracasar, la vida es decisión, nadie llego lejos intentando, los que intentan sólo llegan lejos sino encuentran dificultades en el camino.
Los que deciden, encuentran el camino pese a las dificultades.
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